De milagros y espejismos: posibles claves culturales de la prosperidad escandinava

Salgo a la calle y continúo viendo el típico cartel colgado de decenas de balcones, anunciando que se encuentra vacío y esperando pretendientes. La misma imagen se repite en locales  comerciales. Carteles adheridos a unos cristales empañados por el polvo y la suciedad, tras los cuales apenas pueden verse los montones de correspondencia abandonados en el suelo. Triste recordatorio de una trayectoria de cuatro largos años. Es cierto que han cesado las imágenes en los medios de comunicación sobre las inacabables colas del paro, pero en todo caso ello se debe al nuevo servicio online instaurado por el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal). Son sólo algunos indicadores – de los observables por la ciudadanía de a pie, lejos de toda cifra estadística – de los muchos otros que podrían ilustrar la coyuntura actual, pero que constatan que, el pretendido milagro económico español que arrancó con el gobierno Aznar y empezó a agotarse al final de la primera legislatura de Zapatero, ha sido más bien un espejismo efímero, provocado por el denso humo de la especulación. Milagros de los de verdad, no existen, por mucho que la Iglesia se empeñe en ellos.

Siguiendo con el milagro en su sentido metafórico y mucho más cercano que el asiático, no puedo más que envidiar a nuestros vecinos del norte, no franceses ni alemanes, si no a esos otros que paradójicamente causaron auténtico terror con sus incursiones por toda Europa occidental en época remota: los vikingos. Las gentes que huían aterradas se encomendaban a Dios rezando A furore normanorum libera nos domine.  Hoy son el paradigma del Estado del Bienestar, aún en tiempos de crisis global.
Aunque es Finlandia el país nórdico que aparece de forma recurrente en los medios de comunicación en los últimos años por la excelencia de su sistema educativo, por la transparencia, honestidad y profesionalidad de su función pública, por haber sido calificado como el país menos corrupto del mundo, amén de otras muchas cualidades, quisiera hoy dedicar este post a su vecina Suecia.

No se si los españoles somos tan buenos construyendo puentes físicos como lo somos con los laborales. Sea como fuere, debo agradecer al puente de mayo la oportunidad de haber viajado a Stockholm. Lo más al norte de Europa que he llegado hasta el momento. Y he vuelto a casa fascinada. No pasan desapercibidas muchas de las similitudes entre estos dos vecinos nórdicos: climatología, sistema educativo, papel de la familia en la educación, tamaño de la población, nivel de investigación e innovación, alta concentración de empresas tecnológicas y de diseño, elevada presión fiscal, tendencia a la negociación y el consenso en la vida política y civil, etc. y un punto común de encuentro hacia altos estándares en la calidad de vida de su población, hacia aquel sueño que ahora nos parece tan lejano de un auténtico estado del bienestar.

Es sabido en antropología, que uno de los momentos cruciales del trabajo de campo, es aquel en que se inicia el contacto con la cultura que se pretende analizar, una especie de choque cultural.  Ello es así debido a que el paso del tiempo vuelve cotidiano y “normal” lo que es “diferente” ocultando de ese modo a los ojos del investigador, elementos culturales que pueden ser relevantes en la descripción etnográfica. Algo parecido ocurre al viajar a otro país, si se es buen observador y amante de reflexionar sobre lo que se ve. Y esas primeras impresiones que paso a sintetizar, bien pudieran tener algo que ver con la prosperidad que disfrutan países como Finlandia y Suecia.

Es posible emular un sistema productivo, económico o político. Podemos copiar leyes y hasta un sistema educativo alabado internacionalmente. Pero el resultado nunca será el mismo, porque detrás de todo ello, existe un sustrato cultural peculiar – no reproducible más allá de la sociedad que lo representa- que hace que sólo Suecia pueda ser lo que es, del mismo modo que España es lo que es. De lo que sí estoy convencida es de lo mucho que podemos aprender y mejorar si miramos en la dirección correcta.

Si bien en la base de la calidad de vida de que gozan nuestros vecinos del norte hay una ingente cantidad de recursos públicos destinados a mantener unos servicios básicos de calidad (contrapartida lógica a una presión fiscal que fue del 46,3% del PIB en 2010) también existen otros factores sociales y educacionales que forman parte de ese concepto. Me atrapó de forma sorprendente, sin ir más lejos, el relativo silencio de la capital. Me pregunté dónde estaban los niños chillones, las rabietas en medio de la calle, los llorones malcriados que ululan como si les estuvieran infringiendo el peor de los castigos. Lo sorprendente es que los niños son algo bien presente en la capital sueca, los había a montones, jugando en los parques, paseando con sus progenitores, visitando museos… Sólo en una ocasión durante el trayecto en barco hacia el palacio de Drottningholm, un grupo de niños correteaba sin parar por el estrecho pasillo entre los asientos. La madre debió percibir nuestro gesto molesto e inmediatamente llevó a una de las niñas, de unos ocho años, a un rincón discreto donde mantuvo una breve conversación con ella. El resto del viaje lo pasó sentada coloreando un cuaderno, sin una sola queja por su parte y en completo silencio. Madre e hija merecen una ovación y mi más profunda admiración. La crianza de los hijos es pues una labor fundamental para los padres y madres suecos – no una responsabilidad que ataña exclusivamente a la escuela- y uno puede percibir la responsabilidad con que llevan a cabo su labor. Me sorprendió también ver un elevado número de varones cuidando a sus pequeños, paseándolos en sus cochecitos o vigilando a una distancia prudencial en los numerosos parques que pueblan la ciudad. Y es que hasta en esta actividad se evidencian los rasgos de una sociedad mucho más igualitaria. Anécdota curiosa: en los aseos de establecimientos públicos, el rótulo que indica la existencia de  cambiadores para bebés, está situado tanto en los lavabos de mujeres como en los de hombres.

Me parecieron bastante jóvenes las parejas que tenían niños de corta edad, de lo cual deduzco que las posibilidades y condiciones de trabajo deben de ser realmente buenas para que los jóvenes se animen a independizarse y crear una familia. Por poner tan solo un ejemplo de auténtica conciliación de la vida familiar y laboral y según datos del portal EURES, las madres disfrutan de un permiso de maternidad hasta los 18 meses de  vida del bebé. Los progenitores tienen derecho a una reducción del 25% de la jornada laboral para el cuidado de hijos menores de 8 años.

Otros rasgos de comportamiento que no escapan a nuestra atención son la limpieza de sus calles – por mucho que uno se aleje de las zonas más céntricas -, sus fachadas impolutas, la ausencia de graffitis, los jardines y plazas esmeradamente cuidados. ¿Cacas de perro? no gracias. En las calles más comerciales y concurridas de la ciudad, no choqué una sola vez con ningún transeúnte y si por un momento alguien entorpecía el paso, esperaban en silencio y pacientemente a que se retirara. La misma conducta es aplicable a conductores y conductoras. Tuvimos la oportunidad de presenciar dos manifestaciones en cuatro días de estancia. No se si fue coincidencia o realmente la vida pública está llena de este tipo de actos multitudinarios. Lo que me resultó remarcable fue el orden, la tranquilidad y la normalidad con que la masa de manifestantes y quienes lo observaban, vivieron el evento. En nuestro país, cualquiera de esos actos públicos hubiera acabado posiblemente de titular en las noticias por algún altercado y una jugosa factura de destrozos a cargo del erario público.  La lectura que parece desprenderse de estos tipos de conducta es la importancia del grupo como tal por encima del individuo, de lo cual se deriva el respeto hacia las personas, sus opiniones y puntos de vista y los bienes públicos, por encima de actitudes centradas en la importancia del individuo que pueden derivar en un egoísmo y falta de respeto por lo ajeno.

Los suecos son grandes amantes de la naturaleza, no es de extrañar pues que dediquen gran parte de su tiempo libre a deportes o actividades al aire libre. No hubo mañana que no encontráramos un buen puñado de gente de cualquier edad, haciendo footing por las calles, la mayoría de las cuales disponen de carril bici que se respeta rigurosamente. Fueron pioneros en la construcción de parques naturales, muestra de su preocupación por el medio ambiente. Caminando por la ciudad puede apreciarse también esta afición, en el esmero con que cuidan sus jardines, la gran cantidad de puestos de venta de flores y plantas o los árboles que encontramos a cada esquina, en cualquier espacio donde no haya un edificio construido.

Como cualquier pueblo, preservan sus tradiciones y las transmiten a las jóvenes generaciones, hecho que no ha impedido la apuesta por un desarrollo económico basado en las nuevas tecnologías y el diseño, con la creación de un importante clúster empresarial en la ciudad de Kista. Antes que  nadie en Europa, este país nórdico ha sabido configurar un modelo económico exitoso y generador de riqueza, apostando con firmeza por la investigación y la innovación, especializándose en productos de alto contenido tecnológico.

Definitivamente ese norte frío y de largas noches de invierno, florece en tiempos turbulentos con la misma intensidad que lo hacen los brotes de sus árboles con las primeras luces de la primavera y mi yo maléfico se pregunta si no existirá una oculta correlación entre el frío y el bienestar colectivo, si no será que el exceso de sol corrompe más allá de la pura materia orgánica.

Imagen: reproarte.com

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About Roser Escriche

Economista y antropóloga. Profesora de Administración y Finanzas. Interesada en todo aquello relacionado con el comportamiento humano y las cuestiones sociales.
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