En estos días que estoy pasando en Brasil sonrío mucho a una cámara. No se trata de la cámara de mi portátil cuando contacto por video conferencia con familiares o amigos. Me refiero a la cámara que vigila la entrada al bloque de apartamentos donde vivo. Ya me resultó extraño que el profesor de la universidad que me invita no me diera llaves del portal general. En vez de eso bajó conmigo para presentarme al portero –vigilante de seguridad- del bloque. A los pisos modernos de las nuevas zonas residenciales de Sao Paulo, de unas 20 plantas como mínimo, se entra sonriendo a cámara. Gracias a ella te ve el portero en su cabina de seguridad emplazada delante del bloque, algo elevada para otear mejor la calle, con cristales tintados. Él te abre a distancia la primera puerta. Entras a un espacio enrejado. Cuando se cierra la primera puerta se puede abrir la segunda; como algunos bancos en España. También hay cámaras en el ascensor, aparcamientos y otras dependencias.
En el pequeño mundo de mi bloque hay muchos espacios vigilados. En el gran mundo en el que habito cada vez hay más posibilidades de que alguna tecnología también supervise mis comportamientos. Mi interés por esta realidad proviene de una noticia de la semana pasada. Un blogger daba a conocer un software para smartphones, CARRIER IQ, que trabaja en segundo plano (sin que el usuario del terminal sea consciente), y es capaz registrar la localización, grabar conversaciones, revisar correos electrónicos y registrar las pulsaciones de las teclas cuando se escribe un mensaje. Casi nada. Pese que algunos investigadores dicen que se está exagerando, el tema ha llegado al congreso americano para ser investigado; y ya se informa de cuáles son las compañías y terminales que usan este software.
Formas modernas de almacenamiento masivo de información privada en el mundo supuestamente civilizado. Para aquellos países donde las libertades son aparentemente menores hay un sinfín de soluciones para vigilar la actividad de los ciudadanos, potenciales revolucionarios.Las empresas occidentales ofrecen todo un catálogo de productos tecnológicos a buena relación calidad precio. Eso es lo que ha descubierto wikileaks y medios como The Wall Street Journal. Estos enumeran listas de empresas de productos para el seguimiento geolocalizado, captación masiva de información personal, interceptación y grabación de conversaciones, identificación mediante imágenes faciales; y productos todo en uno. Como el centro de vigilancia de Internet instalado por una empresa francesa en Libia, o e el software hecho por Gamma Ltd. (Reino Unido) utilizado en Egipto para interceptar las conversaciones de los disidentes en Skype; o una empresa de EE.UU. que hace equipos de filtrado de Internet que reconoció que sus dispositivos se están utilizando en Siria.
Da igual en que geografías se utilice esta tecnología. Los medios para controlar la población, ya sea como consumidores dirigidos o para perseguir comportamientos antigubernamentales, deberían ser fuertemente controlados para que no quebranten derechos personales infranqueables. Además, el flujo de información es ciertamente unidireccional ya que la trasparencia administrativa sí parece un imposible.
Ciertamente el anonimato en la sociedad de la información es ya una utopía. Pero de ahí a saber que en sitios públicos las cámaras pueden estar unidas a software de reconocimiento facial, hay un largo trecho. Las películas de espías, servicios secretos y gran hermano, para el cine made in Hollywood de ciencia ficción. No se extrañen que en próximos macro eventos vuelen sobre nuestras cabezas aparatos como el de la foto para vigilar a las masas. Sonrían, esperemos que un poli-bueno este al otro lado.
A colación con esta interesante entrada, recomiendo la serie: Vigilados “Person of interest”, donde el argumento es la videovigilancia global…
saludos