Existe un principio del derecho que rige nuestro sistema jurídico que reza así: pacta sunt servanda. Aunque la expresión pueda sonar extraña a nuestros oídos, abraza una idea bien simple y de sentido común, sentido común entendido como producto cultural y por tanto de contenido no necesariamente extrapolable a otras culturas: los pactos están hechos para cumplirse. Este axioma que inspira nuestra legislación, pero también vigente en el Derecho Internacional, tiene por objeto proteger las relaciones jurídicas en todas las esferas de la vida social. Permite la confiabilidad mutua y necesaria entre las partes que haga posible el establecimiento de pactos y negocios de toda índole. Una confiabilidad semejante a la que otorgamos a los billetes de curso legal, que consigue que un simple trozo de papel sirva como medio de intercambio en transacciones económicas.
Desconozco el funcionamiento y contenido concretos de la legislación norteamericana, pero aún si no emanara como la nuestra del derecho romano, entiendo que un principio semejante debe inspirar también su normativa. ¿Cómo, de no ser así, hubiera alcanzado el nivel de desarrollo económico que la ha convertido en potencia mundial?.
De ahí que me produjera una cierta alarma a la vez que indignación, la lectura de una noticia en la que Zynga, creadora de exitosos juegos online como FarmVille, amenaza con despedir a aquellos trabajadores que se nieguen a devolver las acciones que en su día recibieron para atraer su talento. Dicho sea de paso, no me consta que la noticia haya trascendido a la prensa nacional. Al parecer la sutileza del juego no ha interesado a nadie por estas latitudes. Sin embargo el asunto deja traslucir los oscuros mecanismos del capitalismo más exacerbado y se presta a interesantes reflexiones.
En principio, nada que objetar al hecho de que una startup reclute talentos por la vía de ofrecerles acciones de la propia compañía. El capital humano encuentra un lugar apropiado donde desplegar todo su potencial creativo y una retribución al valor aportado en caso de éxito comercial. La compañía a su vez, consigue captar en su etapa embrionaria y típicamente escasa en recursos financieros, el personal clave para desarrollar un producto o servicio de alta rentabilidad potencial, pero a la vez de elevado riesgo. De ese modo han triunfado grandes proyectos en Silicon Valley, la Meca de la innovación.
Otra cosa muy diferente es cuando a media partida, los organizadores deciden cambiar las reglas del juego, simplemente porque intuyen que van a perderla, o contrariamente porque previendo la posibilidad de ganar, vean reducido el botín como consecuencia del establecimiento de unas determinadas reglas. Al parecer, ofrecer algo -acciones en este caso- de escaso valor en la medida que pertenecen a una compañía emergente tras el escenario probable de que los proyectos desarrollados adquieran un hipotético valor en el futuro, parece totalmente válido y aceptable para conseguir que un innovador fiche por nuestro equipo. Sin embargo el trato parece no ser adecuado cuando definitivamente la empresa despunta y en un crecimiento exponencial se convierte en una inversión valorada en miles de millones de dólares. ¿No fue precisamente esa posibilidad la que permitió llegar a un acuerdo?.
En mi opinión Zynga, al exigir la devolución de acciones a algunos de sus empleados, está simplemente incumpliendo un pacto y debería ser sancionada por ello. Si la justicia no se digna a dictaminar en ese sentido, sólo puedo que interpretar lo que ya intuyo desde hace mucho. Que éste que llamamos con tanta ligereza mundo desarrollado, no es en el fondo más que una parodia bien decorada de un juego en el que quienes ostentan el poder y sus herederos, dictan unas normas alineadas con sus intereses que imponen al resto y donde esos mismos poderes deciden quien puede atravesar la linea entre quienes tienen y quienes los sirven.
Al parecer el enriquecimiento súbito sólo es ético para quien aporta el capital y asume el riesgo de una empresa, pero no para quien dedica todo su esfuerzo y su tiempo a contribuir a su crecimiento. Al parecer entregar unas acciones sin valor de realización inmediato como pago del salario, es totalmente aceptable, pero no así que quien las recibió pueda volverse inmensamente rico, simplemente por el juego de la especulación que el propio capital ha inventado.
Según relatan en TICBeat un empleado implicado en los hechos, ha cedido a las presiones de la compañía devolviendo parte de su participación, mientras que otro abandonó la compañía tras negociar algún tipo de acuerdo del que no se mencionan más detalles. No deja de resultar extraño ese desenlace y no puedo evitar preguntarme que tipo de “negociación” ha podido pactar una persona que posee acciones de una compañía que prevé salir a bolsa en breve y de la cual se estima un valor de 20.000 millones de dólares.
Pónganse por un momento en el pellejo de esa gente y respondan sinceramente: ¿les causaría temor el hecho de perder el trabajo teniendo en su poder un paquete de acciones de Zynga que la empresa anhela recuperar?.
Imagen: muycomputerpro.com
Si un empresario en sus inicios en vez de pagar con dinero lo hace con especies, en este caso acciones, da a entender que no confía mucho en su proyecto ya que de otra forma es un tipo de pago absurdo por su parte, serán más visionarios los trabajadores al aceptar estas acciones que él.
Me parece vergonzosa la actitud del presidente de esta compañía al exigir la devolución de
estas acciones, ya que si se ha pactado algo, hay que cumplirlo, sino no haberlo hecho.
Por esta regla de tres, los trabajadores deberían exigirle a él la devolución de las horas
de trabajo + intereses.
Respondiendo a la pregunta formulada en esta entrada: A mi me provocaría temor disponer de unas acciones cuya empresa quiere recuperarlas a toda costa, pero por otra parte me sentiría libre de disponer de ellas como me pareciese.