Hay cierto tipo de noticias que me generan un sentimiento ambivalente, desde la risa burlona y el desencanto que me produce la ineptitud en el trabajo, a la náusea inducida por situaciones de abuso e injusticia provocadas por la avaricia humana. Ese es el caso del asunto sobre los generosos sueldos de algunos miembros del RBS (Royal Bank of Scotland) que salió a la luz a raíz, al parecer, de una equivocación en el envío de un correo electrónico.
Lo escandaloso de las cifras barajadas no lo es tanto por el importe en sí, si no por el hecho de que dicha entidad tuvo que ser intervenida por el gobierno británico en 2008 para evitar su quiebra, operación que costó a los británicos 20.000 millones de libras (alrededor de 22.000 millones de euros). Como la magnitud de esas cifras se escapa a mi entendimiento, he hecho mis propios cálculos. Esos 22.000 millones dan para pagar la pensión anual de 2.151.589 pensionistas de más de 65 años con cónyuge a cargo. Una comparación más a cerca de la magnitud de este tipo de descalabros: la dotación en nuestros Presupuestos Generales del Estado para 2011 para los ministerios de Economía y Hacienda, Interior y Fomento sumó 22.133, 43 millones de euros.
Cuestión a parte del tema salarial, está la de la persona que envió el documento donde figuraban los importes de las controvertidas retribuciones. Según Hays, la empresa encargada de gestionar la contratación de esos trabajadores, el envío del documento se debió a un error, al confundirlo con una hoja de detalle de horarios de los empleados.
Se me plantean algunas dudas respecto al posible error. Una empresa, en este caso multinacional como Hays, dispone de sofisticados sistemas de control interno, para entre otras cosas impedir que se produzcan este tipo de errores, que podrían llegar al punto de suponerle una demanda por daños y perjuicios. Quien tenga unos mínimos conocimientos sobre management sabe perfectamente que determinados tipos de retribuciones tienen carácter confidencial y son gestionados de forma independiente al resto de retribuciones y que la información relativa a los mismos y a las personas que los cobran, discurre por canales específicos. Me resulta difícil creer que la persona responsable de enviar el correo con los horarios del personal, pudiera tener acceso a semejante tipo de información.
Si aún y así el error se produjo tal y como consta en el comunicado de disculpa, sírvanos todo ello para tomar nota en cuanto a nuestras formas de proceder a la hora de gestionar nuestro correo electrónico, tanto si es personal como profesional, porque los errores en el envío podrían tener desagradables consecuencias. Unas sencillas pautas al respecto:
– si trabajamos con listas de correo, comprobar que la lista está formada realmente por las personas a las que queremos enviar el e-mail
– cuando enviemos ficheros adjuntos, abrir previamente el fichero para cerciorarnos de que cargamos el que realmente nos interesa
– proteger mediante claves de seguridad aquella información de carácter confidencial que debamos enviar por correo electrónico
Finalmente, sea como sea que se produjeran los hechos, es una suerte que esa realidad salga a la luz y sirva para cuestionar la ética del sistema bancario.
Fotografía: digitouno.com