La primera experiencia sobre Bancos de Tiempo procede de Estados Unidos de la mano de Edgar Cahn, quien en los años 80 desarrolló un sistema de intercambio alternativo a la economía de mercado en el cual las personas participantes, ofrecían sus servicios a cambio de recibir otros servicios que precisaban. La particularidad de este sistema radica en que la medida de dichas prestaciones y contraprestaciones es el tiempo. Cahn bautizó esta “moneda” como Time Dollar. La iniciativa cruzó el Atlántico una década después para instalarse en Italia y funciona en España desde 1993.
Aunque pueda parecer una idea novedosa, los Bancos de Tiempo (BdT) no son más que un desarrollo de las redes de trueque modernas que se crearon en Canadá en 1976, donde el intercambio de bienes se ha substituido por el intercambio de servicios. Lo que es realmente novedoso es la variedad de finalidades que justifican su creación (integración social, conciliación de la vida familiar y laboral, educación en valores, mejora de las relaciones intergeneracionales…) y las herramientas tecnológicas de las que se dispone en la actualidad que facilitan enormemente su implantación, difusión y gestión.
En un post reciente comentaba cómo el desarrollo económico de los países industrializados y la presencia creciente del Estado del Bienestar, han ido reduciendo la interdependencia de los miembros de una comunidad en cuanto a solicitud de ayudas y colaboraciones de todo tipo. Pero la recesión actual, con el consiguiente recorte de ayudas sociales, la congelación y en algunos casos la reducción salarial, la fuerte restricción del crédito bancario y el aumento de la desocupación, obliga a las familias a reestructurar sus estrategias económicas.
La irrupción de los BdT, supone – y de hecho se asienta- en la recuperación de aquellas redes sociales de cooperación y ayuda mutua propias de las sociedades tradicionales y que persisten en algunas áreas rurales de nuestra geografía, pero que han prácticamente desaparecido en nuestras grandes ciudades. Esta forma asociativa regenera de algún modo el tejido social, promueve la cohesión, alentando la cooperación y solidaridad pero aporta también grandes beneficios en el plano individual mejorando la autoestima en cada acto de “dar” y permite la participación de cualquier persona sin barreras de edad, género, nacionalidad o condición social.
Esas redes constituyen en la actualidad la válvula de escape para aquellas personas que la economía formal está dejando sin trabajo y sin dinero, y en muchos casos sin la protección del Estado. Su impulso viene indiscutiblemente auspiciado por la generalización del uso de Internet en los hogares españoles y por la facilidad que conlleva la gestión de las transacciones mediante programas informáticos. Pero para que sus beneficios puedan trasladarse a los estratos sociales más vulnerables, es preciso que los BdT mantengan sus sedes físicas, de ahí que muchas de las iniciativas en nuestro país, provengan de la administración local a través de las áreas de asuntos sociales y de ONG’s .
Julio Gisbert Quero, autor del libro “Vivir sin empleo” y del blog de su mismo nombre, ha configurado a través de Google Maps la localización de 163 BdT que funcionan en España. Dado que los Bancos de Tiempo tienen como objetivo el intercambio de servicios personales entre sus miembros, se hace necesaria una relativa proximidad física y la instauración de relaciones interpersonales que generen un espacio de confianza mutua. En este sentido, una “minired social” virtual, podría ser configurada paralelamente a la creación de un BdT para compartir experiencias, al tiempo que favorece ese conocimiento mutuo indispensable entre los y las integrantes de esa pequeña comunidad.
Existe además software de desarrollo libre que permite implementar la gestión de un Banco de Tiempo. Las nuevas tecnologías ya han demostrado en tiempos recientes su potencial para promover el cambio social y aglutinar voluntades colectivas, así como traspasar la opacidad informativa de algunos gobiernos. En adelante pueden ser un gran aliado en la construcción de una sociedad más justa y solidaria a través de la transformación de las relaciones económicas. Esta afirmación implica sin embargo, la necesidad de trabajar en pro de la igualdad de oportunidades en el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación para toda la población.